jueves, 4 de febrero de 2021

Mi maestro en la Caza, la Pesca y la Literatura, es decir, en la vida.
El escritor norteamericano Ernest Miller Hemingway en el Club de Cazadores del Cerro, en La Habana, Cuba

sábado, 23 de enero de 2021

Historias de caza, pesca y literatura

Ernest Miller Hemigway, el Dios de Bronce de la Literatura, también fue un apasionado a la práctica de tiro al pichón. Durante los 20 años que vivió en Cuba, asistió con regularidad al Club de Cazadores del Cerro, del que era asociado junto a sus tres hijos. En la foto se ve a Hemingway en la cancha del Club de Cazadores del Cerro junto a su hijo menor Gregori, conocido por Gigi, quien era el mejor tirador de los hijos del escritor y quién, a pesar de haberse casado 5 veces, murió llamándose Gloria por una operación de cambio de sexo. El Club de caza estaba a pocos kilómetros de Finca Vigía, el hogar cubano del escritor, por lo que le resultaba muy fácil ir a practicar el tiro al plato o el tiro al pichón con mucha frecuencia. En 1956 el Club fue trasladado hacia nuevas instalaciones cerca de Lutgardita, en Rancho Boyeros, pero Hemingway mantuvo su costumbre de participar activamente en prácticas y competiciones.


sábado, 30 de mayo de 2020

¿POR QUÉ LOS CAZADORES APUNTAMOS CON AMBOS OJOS ABIERTOS?



Primera Parte

Este es un tema sobre el que se ha escrito muy poco. Muchos lo hacen sin siquiera conocer las razones por las que los cazadores, y en general todos los tiradores de escopeta (skeet, trap, fosa), deben apuntar sus armas con ambos ojos abiertos. La razón fundamental es fisiológica y está determinada por la forma en que vemos.  En el tiro de precisión, existe un blanco fijo a una distancia predeterminada. Es por ello que la alineación de las miras debe coincidir con exactitud en el punto marcado para lograr un mejor resultado. Por esta razón, el tirador debe emplear la visión central de su ojo directriz en focalizar solamente ese punto. El tiro de escopeta, por el contrario, es un tiro instintivo a blancos que se mueven a diferentes velocidades en las tres dimensiones del espacio que nos rodea. Requiere del tirador unos magníficos reflejos y una práctica adquirida a costa de muchas cacerías y errores. Como los blancos se mueven en diferentes direcciones y velocidades (sean patos, palomas, conejos o platos de skeet), la mente del cazador tiene que hacer cálculos constantes con una rapidez increíble. Es ahí donde interviene la visión binocular o estereoscópica, como también se le llama. Y es la capacidad que nos brinda nuestra anatomía de tener dos ojos situados de forma paralela al frente del cráneo. Para decirlo en términos simples, vemos las cosas en tres dimensiones. La separación entre los ojos, permite al cerebro determinar la distancia y velocidad de un objeto con cálculos inconscientes. Esto no se logra con el empleo de la visión de un solo ojo, porque no podríamos realizar estos cálculos. Una simple prueba, es tratar de bajar una escalera con un ojo tapado. Por supuesto que puede hacerse, pero no tendríamos esa visión de profundidad que nos permite calcular la distancia de los escalones. Todos saben que un ave que nos viene de frente y en línea recta es un blanco difícil porque resulta más complejo para nuestro cerebro realizar esos cálculos. Otra ventaja colateral a esto es la visión periférica, que es aquella, que sin darnos cuenta, nos permite ver alrededor de 180 grados, mientras que nuestra visión central o principal, solo abarca unos 30 grados dependiendo del individuo. Los pilotos de combate desarrollan con entrenamiento una gran visión periférica que les perite ampliar su área de vigilancia. De igual forma, a los cazadores nos ayuda a percibir blancos que se mueven fuera de nuestra visión central. Ahora bien, aunque apuntemos con ambos ojos abiertos, no se apunta en realidad con ambos, sino con uno solamente y ese es nuestro ojo directriz que todo cazador que se respete, conoce muy bien. Este ojo viene determinado desde nuestro nacimiento por algo que se llama Lateralidad, que no es más que la preferencia que muestran la mayoría de los seres humanos por un lado de su propio cuerpo. El ejemplo más popular es la preferencia por utilizar la mano derecha o ser zurdo, pero esto se aplica a todo nuestro cuerpo, incluido los ojos. La mayoría de los seres humanos son diestros. También la mayoría muestra un predominio del lado derecho. Es decir, que si se ven obligados a elegir, prefieren emplear y tienen mejores resultados con el ojo, o el pie o el oído derecho. No obstante hay casos en que un individuo derecho posee un ojo directriz izquierdo y viceversa. Tengo un gran amigo, excelente cazador, que tiene este problema y lo supera con trucos que se ha inventado gracias a su experiencia. Lo cierto es que durante esa importantísima acción que es el encare del arma, el cazador no hace más que colocar su ojo directriz alineado sobre el cañón de su escopeta, o para ser más exacto, coloca el cañón alineándolo con el ojo directriz, ya que se debe llevar el arma a esa posición y nunca llevar la cara hacia el arma. Conocer su ojo directriz, es el requisito elemental para cualquiera que quiera iniciarse en el tiro de escopeta. Esto es, de forma breve y resumida, la razón por la que los tiradores usamos ambos ojos para apuntar.

miércoles, 27 de mayo de 2020

¿POR QUÉ LOS CAZADORES APUNTAMOS CON AMBOS OJOS ABIERTOS?



2da Parte.
LATERALIDAD CRUZADA
Arturo Montero-Sánchez, es el amigo que les conté que tiene Lateralidad derecha, pero que su ojo dominante es el izquierdo. Con los años, Arturo se ha convertido en un especialista en el tema de la Lateralidad cruzada, dedicando muchas horas a investigar esta singular condición de la fisiología humana. Me ha prometido redactar un pormenorizado artículo sobre este tema para publicarlo. No obstante, y de manera resumida, les adelantaré algo.
La corrección de este problema puede simplificarse en dos variantes: o el tirador decide forzar su Lateralidad derecha (en el caso de individuos derechos) y se obliga a entrenar disparando a la zurda y de esta forma colocar su ojo dominante sobre el cañón del arma; o simplemente adopta unos “trucos” que le permitirán elevar la capacidad del ojo derecho (no dominante) en la acción de dirigir correctamente el arma hacia el blanco. La primera variante solo es recomendable en tiradores muy jóvenes o que se inicien en la actividad de caza. Esto se debe a que la acción de encarar la escopeta es una habilidad adquirida después de mucha práctica y los tiradores con algo de experiencia que intenten disparar con su lado no dominante, seguramente no le darán a un melón a tres metros por mucho que empleen el ojo correcto.
Nos queda entonces el recurso de forzar la dominancia del ojo derecho (para aquellos cuyo ojo dominante sea el izquierdo), sin sacrificar las ventajas de disparar con ambos ojos abiertos. La variante más elemental es utilizar la visera de la gorra algo ladeada, de modo que le oculte al ojo izquierdo la banda del cañón. Para ello el tirador debe encarar correctamente la escopeta y luego cerrar su ojo derecho. Poco a poco va ladeando la visera de su gorra justo hasta que la banda y la mira del arma queden ocultas a su ojo izquierdo. De esta forma, queda garantizada la visión estereoscópica que permite a nuestro cerebro calcular de modo instintivo la velocidad y distancia del blanco, algo de lo que ya hablamos anteriormente; así como mantener la visión periférica tan importante para el cazador. Algo un poco más elaborado y que resulta el método más empleado en el mundo para la Lateralidad cruzada es la adaptación de los espejuelos o las gafas con los que se caza habitualmente. Aprovecho para señalar que el uso de gafas, ya sean graduadas, de sol, o simplemente de protección; es imprescindible como norma de seguridad al disparar un arma de fuego y es de obligatorio cumplimiento en la mayor parte de las legislaciones del mundo. Debemos recordar que la visión central abarca como máximo unos 30 grados del campo visual, mientras la periférica ronda los 180 grados y un poco más en algunos individuos entrenados. Se trata de colocar un pequeño parche que puede ser cita adhesiva, preferiblemente negra, en la zona del cristal correspondiente al ojo izquierdo. Si se estudia bien su colocación, este parche debería ocupar tan solo entre 10 y 15 grados de la visión central de ese ojo. Sería tan solo un punto sobre el cristal que impida al ojo izquierdo ver la banda de alineación sobre el cañón de la escopeta. La recomendación es colocar un parche algo mayor e ir probando encares sucesivos y una vez encarada el arma, cerrar el ojo derecho para poder reducir paulatinamente el tamaño del parche. Esta es una solución muy fácil y práctica. Una vez acostumbrados a emplearla, casi no se notará el parche, conservando el total de la visión periférica y perdiendo tan solo una parte de la visión central lo cual siempre será infinitamente mejor que disparar con un ojo cerrado.
En el mercado existen muchas miras diseñadas expresamente para corregir este problema. Por lo regular su diseño persigue obligar al ojo no dominante a ver a través de ellas. Hay un sistema de miras que se originó en su uso militar, pero que han alcanzado en la actualidad gran popularidad en actividades de caza y tiro en general. Son las miras réflex del sistema Red-Dot, o miras de punto rojo (aunque existen de varios colores). Ellas siguen el principio de los colimadores empleados en la aviación de combate. Poseen un haz de luz láser que se encuentra alineado con el cañón y que se refleja en una pequeña pantalla transparente frente a ella, creando un holograma. Al disparar no hay siguiera que alinear el cañón, simplemente se hace coincidir el blanco con el punto rojo del cristal de la pantalla. Existen miras de este tipo que no requieren baterías ni rayo láser. Emplean una porción de fibra óptica que se encarga de focalizar la luz ambiental sobre el cristal de la pantalla. La desventaja es que solo pueden utilizarse en exteriores bajo determinadas condiciones de luz diurna, pero para la caza son muy efectivas.
Otras soluciones como emplear culatas torcidas, no son recomendables porque van contra la estructura anatómica del cuerpo humano. Esperemos que pronto Arturo nos pueda ampliar toda esta información.

lunes, 25 de mayo de 2020

¿POR QUÉ LOS CAZADORES APUNTAMOS CON AMBOS OJOS ABIERTOS?

3ra Parte.

Ojo dominante. Cómo conocerlo.

Intercambiando con el colega cazador Antonio Muñoz Sánchez sobre estos temas, nos surgió la cuestión de si sería beneficioso para los que se inician en los temas de caza que ampliásemos la cuestión del ojo dominante. Resulta tan sencillo, que por eso no profundicé en el tema en las entregas anteriores. Busque con la vista un objeto de regular tamaño situado a unos 3 metros frente a usted. Servirá una lámpara, un florero o simplemente un cuadro que cuelgue en la pared. Obsérvelo de frente y con ambos ojos abiertos. Con los brazos completamente estirados hacia el frente, sitúe sus manos abiertas, pero con los dedos de cada mano unidos unos con otros de forma tal que no pueda ver entre ellos y con las palmas hacia el objeto y las puntas de sus dedos apuntando al techo. Las manos deben quedar una al lado de la otra de forma paralela y a la misma altura, pero dejando una distancia entre ellas marcada por los dos pulgares estirados, creando un recuadro entre ellas. Mire el objeto seleccionado a través del recuadro que marcan sus manos. Vaya aproximando una mano hacia la otra, siempre observando el objeto con ambos ojos abiertos. Cuando los bordes interiores del recuadro formado con sus manos toquen los bordes del objeto, cierre uno de sus ojos. Si continúa viendo el objeto, ese es su ojo dominante. Pruebe con el otro ojo. El ojo no dominante, nunca verá el objeto. Repita la acción dos o tres veces y siempre tendrá el mismo resultado. Perdonen la calidad de la foto ilustrativa, pero estoy solo en mi estudio y no tengo a nadie que me auxilie.


miércoles, 20 de mayo de 2020

¿POR QUÉ LOS CAZADORES APUNTAMOS CON AMBOS OJOS ABIERTOS?



Cuarta Parte

EL ENCARE

Una vez dominado el tema de la visión binocular, la lateralidad cruzada y el ojo dominante; hay algo que se fusiona con todo lo anterior para incrementar la capacidad del cazador en abatir sus blancos: el encare correcto del arma. El encare es la suma de movimientos corporales necesarios para colocar un arma en la posición de efectuar disparos razonablemente efectivos. Contrario a lo que muchos creen, no es simplemente levantar la escopeta y colocarla contra el hombro. En el encare participan prácticamente todos los músculos de nuestro cuerpo. Con la práctica continua, pasará a convertirse en un acto reflejo en el que no reparamos de forma consciente. Lo ideal sería contar con un arma cuya culata se ajuste a nuestras medidas personales, pero esto no siempre es posible. Constituye una práctica habitual en muchos cazadores llevar la culata hacia el hombro y luego bajar la cara hasta apoyar la mejilla. Grave error. La primera condición de un buen encare es llevar el arma a la cara y nunca la cara hacia el arma. El encare se puede comparar en cierta medida con la realización de un drive perfecto en el tenis, un swing del bate en el béisbol o del palo en el golf. Intervienen, desde la posición de las piernas, hasta el balance del cuerpo y el agarre del arma. La segunda condición es que durante los movimientos del encare, nuestros ojos y la punta de la escopeta deben seguir constantemente la trayectoria del blanco. Se mantienen así, en un movimiento fluido y continuo, mientras el arma va ascendiendo rápidamente hacia nuestro rostro. Un correcto balance del cuerpo beneficia sin dudas un correcto encare, pero la dinámica de la caza impide que siempre tengamos una posición correcta e inamovible del cuerpo con referencia al blanco. Contrario al tiro de precisión, el tiro de caza es instintivo y debe decidirse en fracciones de segundos estemos en la posición que estemos. Lo ideal sería, cuando disparemos desde la posición de pie, mantener el cuerpo ligeramente balanceado hacia el pie adelantado. Lograr un correcto encare depende de la práctica, pero esta no solo se circunscribe al momento de la caza. Por el contrario se logra mucho más aprendiendo a encarar en “seco”. Un método muy fácil de realizar y que podemos practicar en casa, es encarar una y otra vez desde cualquier posición (parado, sentado, incluso acostado). Tomamos un objeto pequeño de referencia (un cuadro, un jarrón, etc.) observándolo directamente y con la escopeta en posición baja agarrada con ambas manos. Luego cerramos los ojos y realizamos el encare sin mover la cabeza ni un milímetro. Con la escopeta apuntando supuestamente al blanco, abrimos ambos ojos y comprobamos si la posición es correcta. Al inicio nuestro ojo dominante quedará muy alto o muy bajo, corrido hacia la izquierda o hacia la derecha. Repetiremos varias veces para ir corrigiendo la posición en que el borde superior de la culata toca nuestro pómulo para que el ojo dominante quede en el lugar correcto. Cuando la alineación sea perfecta debemos memorizar el lugar exacto de nuestro rostro donde la culata contactó. Podemos ayudar a nuestra memoria oprimiendo con un dedo ese lugar del pómulo. Siempre que situemos la culata en ese punto, la alineación con el blanco será perfecta. Y ya podemos irnos de cacería y comprobar lo aprendido.

jueves, 7 de mayo de 2020

¿POR QUÉ LOS CAZADORES APUNTAMOS CON AMBOS OJOS ABIERTOS?
















Quinta Parte

EL DISPARO

Hay algo que debo aclarar. La intención que persigo con la publicación de esta serie de trabajos “¿Por qué los cazadores apuntamos con ambos ojos abiertos?”; está muy lejos de intentar dar lecciones a los innumerables experimentados cazadores que existen. En realidad son ellos los que tienen muchas más cosas para enseñarme. He querido, de forma simple y breve, aportar un poco de conocimiento teórico a aquellos jóvenes que se inician en la caza y que constituyen el necesario relevo a esta actividad deportiva. Pido disculpas a aquellos que piensen que yo pretendo ser el descubridor del agua tibia. No es esa mi intención.
Una vez dominado el encare y la acción de apuntar con ambos ojos abiertos, llegó la hora de cazar. Para todo cazador que se respete, al menos en la caza menor, todas las piezas cinegéticas se encuentran moviéndose en el momento de darles caza. Disparar a un pato nadando o a una paloma posada en una rama, es extremadamente antideportivo y seguramente todo verdadero cazador condenará esta práctica. Por tanto, nuestros disparos se dirigirán a blancos que se mueven libremente y a diferentes velocidades en las tres dimensiones del espacio: alto, ancho y profundidad. También tendremos que complementar esta información con el factor tiempo ya que la velocidad de las piezas y los perdigones lanzados por nuestras armas, no es más que una magnitud física de carácter vectorial que expresa la distancia recorrida en una unidad de tiempo (Kilómetros por hora, metros por segundo, etc.). Como ya hemos dicho anteriormente, el disparo de caza es instintivo, pero no se trata de un instinto nato, en realidad solo se desarrolla después de muchas horas de práctica y dedicación a este deporte. Hay muchos elementos que son necesarios en una cacería, pero solo nos enfocaremos en el disparo y, tal vez en un futuro trabajo, su gran dilema: el adelantamiento. Al moverse los blancos, la decisión del disparo requiere de nuestras mentes unos cálculos complejos de los que apenas nos percatamos conscientemente y que suceden en pocos segundos. La cuestión es aparentemente simple: hacer coincidir en el punto exacto el vuelo de nuestros perdigones con el de la pieza a abatir. De lograr o no esto, depende el éxito o el fracaso del disparo. La primera cuestión a tener en cuenta es la permanente observación de la pieza a abatir. Como ya explicamos en el tema del encare, desde que iniciamos el movimiento de llevar la escopeta hacia nuestra cara, tanto nuestros ojos, como la punta de la escopeta deben, en todo momento, seguir al blanco en un movimiento continuo y fluido. Cuando concluyamos el encare, ya el arma estará casi apuntada de forma natural al blanco y solamente necesitará las pequeñas correcciones de las que se encargará el ojo dominante. Pero aún no es el momento de disparar. Con la misma fluidez de movimiento, nuestro torso irá girando para seguir el vuelo de la pieza, apuntando detrás de ella en los sucesivos puntos por los que ya pasó, hasta que ajustemos la trayectoria del cañón a la trayectoria del ave. Esta es la fase quizás más “lenta” en la decisión del disparo. Es en ella cuando calculamos el adelantamiento necesario para oprimir el gatillo. Una vez “montados” en la trayectoria del ave y que hayamos calculado el adelantamiento necesario, procedemos propiamente a rebasar el blanco y efectuar el disparo cuando lleguemos al punto de adelantamiento escogido. Esta es la fase más rápida previa al disparo. El instante de apretar el gatillo debe estar integrado al movimiento de adelantamiento. No se adelanta y se detiene el movimiento para disparar. Si lo hace, con toda seguridad fallará el tiro. Una vez efectuado el disparo, se seguirá la trayectoria del ave, apuntando igualmente como si no le hubiésemos tirado. Es importante comprender que se trata de un único movimiento iniciado cuando detectamos el blanco y comenzamos en encare, que no concluye hasta que la punta del arma va siguiendo la caída de la presa abatida. Sin interrupciones. Hay varias razones para eso y vuelvo a compararlo como un drive bien ejecutado en el tenis, el swing con el bate de béisbol o el palo de golf. Un tenista completa el movimiento de la raqueta y el cuerpo después de haber pegado a la pelota. El cazador hace exactamente lo mismo. Hay quienes creen que esto se hace para, en caso de fallar, poder realizar un segundo disparo y no les falta razón, pero tal vez no es este el motivo más importante. Si nos acostumbramos a detener de forma brusca un movimiento que requiere continuidad y fluidez extremas, lo más probable es que no lo realicemos bien. Nuestra anatomía se acostumbra a detenerse y esto provoca que en los últimos instantes del disparo, ya nuestra mente haya dado la orden de “frenar”, por lo que no se lograría el objetivo. Practique de esta manera y enseguida verá que sus resultados mejoran rápidamente. El tema específico del adelantamiento es tan particular, que merece un trabajo aparte. 

martes, 5 de mayo de 2020

¿POR QUÉ LOS CAZADORES APUNTAMOS CON AMBOS OJOS ABIERTOS?



Sexta Parte

EL ADELANTO

Un principio fundamental que siguen todos los cazadores expertos y que los menos experimentados deberíamos seguir también es: siempre resulta preferible pasarse un poco al adelantar, que quedarse detrás. He oído esta frase una y otra vez durante muchísimos años y debo decir que posee una lógica aplastante. En el tiro de precisión, el tirador realiza la alineación de la mira y el alza sobre un punto del blanco fijo, contiene la respiración y realiza el disparo. Si realizó todos los pasos correctamente, es seguro que hará diana. Por el contrario, en el tiro al vuelo, el cazador dispara apuntando a un espacio que en ese momento está vacío, pero que él ha calculado, por su experiencia, que cuando los perdigones lleguen allí, el ave también llegará puntual al encuentro. De eso se trata el tiro de caza, de adivinar dónde estará la pieza y dónde los perdigones, para hacerlos coincidir en espacio y tiempo. De bien poco sirve conocer con exactitud las velocidades de la munición o de las piezas. Nadie, por muy bien informado que esté, puede realizar esos cálculos. Solo la práctica puede ir acumulando la experiencia necesaria para realizar esos cálculos de forma inconsciente y en pocos segundos. Por ello, si el disparo no tiene el adelanto suficiente, las municiones pasarán por el lugar donde el ave estuvo unos momentos antes. Si por el contrario, el adelanto es algo excesivo, interviene el asunto del vuelo de la munición, que no se produce de forma compacta ni uniforme. Cuando el conjunto de perdigones escapa por la boca del cañón, comienza un proceso de dispersión gradual que depende de varios factores (choke empleado en el cañón, características en el taco del cartucho, calibre de los perdigones). Tampoco todos los perdigones viajan a la misma velocidad. Si bien los más veloces no pueden ir más rápido que la velocidad calculada para ese cartucho, otros irán perdiendo impulso y quedarán algo rezagados. Mientras mayor sea la distancia, mayor será la dispersión de la nube de perdigones en vuelo. Es por esta razón que un disparo adelantado en exceso, siempre tendrá mayores posibilidades de abatir un blanco con esos perdigones rezagados, que un disparo retrasado, que no tendrá posibilidad alguna. Recuerden esto: siempre es preferible pasarse un poco al adelantar, que quedarse detrás.
Otra parte muy importante a tener en cuenta al efectuar el adelantamiento es el ángulo de la trayectoria de vuelo del ave con respecto a nosotros. Cuando este ángulo es cero grado, un ave que vuela directamente hacia nosotros o que se aleja en línea recta, no necesitará ningún adelantamiento por muy veloz que viaje ya que en el primer caso irá directamente al encuentro de los perdigones y en el segundo los perdigones viajarán en la misma dirección en que el ave se aleja, pero lo harán a mucha más velocidad. Cuando el vuelo del ave se produce transversal frente a nuestra posición en un ángulo de 90 grados, el adelantamiento será el máximo. De aquí surge el principio básico de que a mayor ángulo, mayor adelanto. El tiro más complejo resulta de un ave que vuela hacia nosotros pero que va a sobrevolarnos. El ángulo que puede ser de 20 o 30 grados cuando aún está lejos, en el momento de pasar sobre nuestras cabezas será de 90 grados en la vertical. La complejidad de este tiro es que al adelantar, dejamos de ver la pieza que queda oculta por nuestra propia escopeta. Otro asunto no menos importante y que los cazadores a veces no toman en cuenta es si el vuelo es de derecha a izquierda de nuestra posición o al contrario. En igualdad de condiciones de dirección y velocidad, los cazadores derechos tienen mayor facilidad para abatir blancos que vuelan de derecha a izquierda, que los blancos que viajan en sentido contrario. Haga una simple prueba. Colóquese de pie y encare su arma. Gire el torso hacia la izquierda girando también su arma apuntada hasta el ángulo máximo que le permita su cuerpo. Luego repita la operación, pero esta vez hacia la derecha. Hacia la izquierda podrá girar hasta 180 grados, mientras hacia la derecha apenas logrará hacerlo hasta los 90 grados. Se trata de un asunto anatómico, condicionado por el hecho de que el arma no se empuña de forma simétrica con respecto al cuerpo, sino que se apoya en el hombro derecho, lo cual funciona al revés para los zurdos. Por ello, los cazadores derechos tendrán que adelantar casi el doble para blancos que vuelen hacia la derecha de lo que harían para los que viajan hacia la izquierda. Resumiendo: siempre es preferible adelantarse en exceso, que tirar retrasado; a mayor ángulo de vuelo, mayor adelanto; a mayor velocidad del blanco, mayor adelanto; a mayor distancia del blanco, mayor adelanto. Como norma habitual para cazadores poco experimentados, trate de adelantar el doble de lo que su mente ha calculado. Ya verá los resultados.

lunes, 20 de abril de 2020

JÍBARO


Propongo iniciar un intercambio sobre una especie. que si bien en la actualidad no es considerada cinegética en nuestro país, en el pasado sí lo fue y era una práctica habitual en determinadas zonas. Tal vez porque era donde con más frecuencia viajaba, conocí de cacerías en el área de la Península de Guanacahabibes y en la Sierra de los Órganos fundamentalmente. Se trata del Cerdo Jíbaro o Puerco de monte, como también se le conoce. Este descendiente asilvestrado del Cerdo doméstico (Sus scrofa domestica), resultaba, junto al venado (Odocoileus virginianus clavium), los únicos representantes de la Caza Mayor en nuestro país. En Cuba no ha existido el Jabalí (Sus scrofa scrofa y otras subespecies). Existen algunas referencias a importaciones eventuales durante el siglo XIX y principios del XX con la finalidad de usarlos en la caza, pero al parecer sus poblaciones no lograron reproducirse para sobrevivir. No obstante, nuestro Jíbaro llega a tener un pelaje, y sobre todo unos colmillos, que en nada tienen que envidiar al mejor dotado de los jabalíes. Cuando tenía unos 17 años, recuerdo haber conocido a un señor del pueblo de La Bajada, en Pinar del Río (en ese entonces ya el hombre era septuagenario) que tenía en su antebrazo una enorme cicatriz, como consecuencia de una herida provocada por un Jíbaro durante una cacería. Recuerdo que refería haber necesitado cerca de cien puntos de sutura para cerrar la herida. También escuché entre los campesinos las historias de perros gravemente heridos o muertos por un Jíbaro acorralado. Creo que muchos de nuestros hermanos cazadores podrían aportar información valiosa sobre este tema, que es, en definitiva, parte del rico patrimonio histórico de las tradiciones de caza en Cuba. Fíjense en este sello postal cubano de 1970, donde el Jíbaro aparece como parte de la fauna silvestre en Cuba, y en el extremo superior, una escopeta infiriendo que es una especie cinegética. 

lunes, 30 de marzo de 2020

CONTAGION


En el año 2011, Steven Soderbergh dirigió la película "Contagion", con un elenco de lujo, Jude Law, Matt Damon, Gwyneth Paltrow, Marion Cotillard y Kate Winslet. Abría que preguntar al guionista, Scott Z. Burns, de dónde sacó la idea de un virus mortal proveniente de los murciélagos que surge en Hong Kong y se expande rápidamente al resto del mundo. En la película el hospedero intermedio es el cerdo y no el pangolín, pero el resto es una historia muy parecida a la que estamos viviendo con el Coronavirus. ¿Coincidencia? Les invito a que vean este filme y puedan reflexionar al respecto.



lunes, 16 de marzo de 2020

¿Qué vendrá después?




¿Qué vendrá después de la crisis del Coronavirus?

Nunca pensé que utilizaría este blog para tratar temas epidemiológicos. Pero como el coronavirus ha desplazado el interés mundial por cualquier otra cosa, creo que me sumaré al debate pero de una forma diferente: pensando en la era post-coronavirus.
Amén de la histeria colectiva y global que ha desatado esta pandemia, es hora de empezar a interesarnos por los efectos más inmediatos de esta situación. Por eso me pregunto:
¿Y qué sucederá después de la crisis del Coronavirus?
Las compañías de streaming como NETFLIX, que transmiten películas y material de entretenimiento, se van a forrar con miles de millones en ganancias no previstas. Producto del aislamiento y la cuarentena en muchos países, dentro de nueve meses vamos a asistir a una explosión demográfica sin precedentes en la historia de la humanidad. Con los decesos masivos de viejos y enfermos disminuirá la población pasiva en muchos lugares y por tanto, los recursos destinados a la seguridad social y la sanidad pública podrán ser empleados en inversión industrial e infraestructura. Los hambrientos y las clases sociales sin cobertura médica disminuirán notablemente su número y por tanto las presiones sociales y reclamos de justicia de los más pobres serán menores. Los fabricantes de nasobucos, guantes y material sanitario cotizarán en las Bolsas de Valores y sus acciones alcanzarán niveles insospechados. En fin, que podría pensarse que el Coronavirus puede ser el resultado de la acción de un siniestro tanque pensante empeñado en promover drásticas soluciones destinadas a mejorar la economía mundial. Al final, el mundo seguirá siendo la misma mierda de siempre

viernes, 28 de febrero de 2020

Hablando el idioma de los cazadores

Como ya he repetido en otras ocasiones, soy un hombre primitivo, cazador, pescador y tercermundista. A pesar de mis limitadas capacidades para entender el mundo actual, postmoderno y apocalíptico, no dejo de cuestionarme determinadas cosas que escucho a diario. Mis colegas, los cazadores de otros países, hablan con frecuencia de lo que parece ser una batalla campal de defensa frente a los ataques de los ANIMALISTAS. Como hasta ahora no he conocido a nadie de ese misterioso grupo que se ha propuesto, como tarea divina, enfrentar a los cazadores, decidí investigar por mi cuenta. Como primer paso, consulté online la última actualización del Diccionario de la Lengua Española y grande fue mi sorpresa cuando pude leer el significado de la palabra animalista: 1. adjetivo Escultura y Pintura. Dicho del arte o de sus manifestaciones: Que tienen como motivo principal la representación de animales / 2. adjetivo Escultura y Pintura. Que cultiva el arte animalista. Escultor animalista. Aplicado a personas, usado también como sustantivo. ¿Será acaso que los cazadores se están enfrentando a un movimiento cultural de las artes plásticas? Nada de eso, amigos míos. Autoproclamarse animalistas sin tener la menor idea del significado del término, es tan fraudulento y erróneo como los mismos postulados que esgrimen estos belicosos bravucones que pretenden imponer por la fuerza sus peregrinas ideas. Buscando una interpretación correcta del idioma, continué investigando en la familia de palabras derivadas de animal y encontré una que les iría de maravilla, ANIMALESCO:
animalesco, ca
1.       adj. Propio o característico de los animales, especialmente de los irracionales.
De eso precisamente se trata, personas, algo animales, que actúan sin raciocinio ni razón.
Deseo aclarar a cualquier animalesco/ca, que lea esto, que lo hago tan solo con la intención de hacer un uso correcto del idioma. Muchas gracias.


domingo, 23 de febrero de 2020

Curiosidades de la Literatura

Hemingway y sus tres hijos; John Hadley (de uniforme) conocido en la familia por Bumby, Patrick y Gregory, el más pequeño, conocido por Gigi (a pesar de cinco matrimonios, Gregory terminó llamándose Gloria tras una operación de cambio de sexo). En su novela desacertadamente traducida como "Islas en el Golfo", sus tres hijos son reproducidos con exactitud en los personajes literarios hijos del protagonista Thomas Hudson. En el libro todos terminan muertos. A través de las páginas se adivina la compleja relación odio-amor que el escritor mantenía con su hijo más pequeño. Se dejaron de hablar cuando el joven tenía 19 años y este silencio solo se rompió cuando Gigi lo llamó para felicitarlo por el éxito de "El viejo y el mar". En la foto, posan frente a una bodega de La Habana. Como muchos conocen, las bodegas de entonces tenían una barra donde se vendían cervezas y ron, de ahí la presencia habitual del escritor en esos lugares y no precisamente porque estuviese haciendo la compra de víveres.


Primera medalla de España en unos Juegos Olímpicos


La primera medalla Olímpica en la historia de España fue el segundo lugar en Tiro al Pichón, alcanzado por Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, Marqués de Villaviciosa, en los Juegos Olímpicos de París en 1900, siendo superado solo por el australiano Mac Kintosh. No sé si muchos cazadores actuales conocen ese dato.




El Tiro al pichón en los Juegos Olímpicos




El tiro al pichón fue una de las modalidades de tiro deportivo que debutó en los Juegos Olímpicos de París en 1900. La competencia se realizó en el Bois de Boulogne, organizada por el Cercle du tir aux pigeons, con la participación de 198 tiradores. Los premios fueron en metálico. La práctica consistía en palomas soltadas a brazo, casi de forma idéntica a como se practica en la actualidad. El ganador fue un australiano llamado McKintosh y en segundo lugar el español Pedro José Pidal y Bernaldo de Quirós, marqués de Villaviciosa, quien, con ese éxito, aportó la primera medalla de España en unos Juegos Olímpicos. En la foto, el deportista español Pidal.

sábado, 22 de febrero de 2020


APOLOGÍA DEL CAZADOR SALVAJE

Soy un completo salvaje, debo reconocerlo. Salvaje y un tanto ignorante, pero sobre todo, un pensador políticamente incorrecto y un furibundo iconoclasta. Aun siendo así, logro comprender que una de las mayores aspiraciones de nuestra especie debe ser, precisamente, conseguir humanizar a la humanidad, cosa aún muy lejana y quimérica, por cierto. Sin embargo, se puede afirmar que la evolución misma nos aleja cada vez más de ese altruista propósito. Al menos nuestros ancestros dirimían sus diferendos a garrotazos, mordidas y cabezazos, mientras que ahora lo hacemos con armas de destrucción masiva capaces de extinguir en un instante cualquier forma de vida sobre este planeta, lo cual reforzaría la tesis de que en realidad la humanidad involuciona a un ritmo exponencial.
Muchas son las voces que se alzan en el mundo de hoy para alertar sobre los peligros que entraña el desarrollo económico desenfrenado y el impacto negativo que este genera en nuestro entorno. Científicos y ecologistas han logrado el nacimiento de una conciencia social global sobre el daño que causamos a nuestra casa, apenas una frágil esfera flotando en el inmenso mar del universo. En los últimos años se aprecia un gran cambio en la actitud hacia lo natural. Las naciones establecen políticas dirigidas a frenar y revertir el deterioro del medio ambiente y surgen organizaciones de la sociedad civil defensoras de la ecología y la protección de la flora y la fauna. Cada día se incrementa y generaliza el interés por la comida orgánica y macrobiótica. La palabra ecológico se aplica a todo como si se tratase de una marca de calidad irrefutable: autos ecológicos, alimentos ecológicos y hasta tintas ecológicas para imprimir periódicos y revistas. A simple vista pareciera que no es tan utópico el paradigma de una humanidad más humana, y sobre todo, más ecológica. Pero solo a simple vista. Como suele suceder, las posiciones extremas constituyen siempre el peor enemigo de toda buena intención. Así los veganos y vegetarianos fundamentalistas condenan la ingestión de cualquier dieta que incluya lo que ellos llaman cadáveres y sus derivados. Algunos llegan al punto de no aplicar ningún tipo de cocción a sus raciones alimenticias. Lo plantean de tal modo que en verdad parece algo horroroso eso de estar engullendo cadáveres, ¿verdad? Lo que sucede que es muy difícil comerse a un animal en pleno goce de sus signos vitales. Por lo regular las personas prefieren que las chuletas no salgan corriendo al primer mordisco, o que un pollo no pare de chillar mientras lo degustan. Aunque la tolerancia y la convivencia nos obliguen a respetar la soberana decisión de toda persona a consumir lo que prefiera, salvo, claro está, las especies en vías de extinción o los subproductos de cualquier forma de canibalismo; lo que olvidan los furibundos defensores de esta forma de alimentación, es que el homo sapiens evolucionó hasta convertirse en el animal más inteligente de la fauna, en gran medida gracias a su dieta y al uso del fuego en la cocción de los alimentos, por tanto, si ellos pueden tener hoy el libre albedrío para seleccionar el contenido de sus despensas, es precisamente gracias a los banquetes de tostados y humeantes filetes de mamut que comieron sus ancestros en torno a una hoguera. Además, ¿es que acaso las plantas no son también seres vivos? En realidad resultan tan importantes en el equilibrio ecológico, como los animalitos, ya que ambos son eucariontes, y por tanto, no hay razón para discriminar a las verduritas como si de una forma inferior de vida se tratase. En su obcecación no se dan cuenta de que ellos sí que se comen organismos vivos y eso es prueba irrefutable de mucha crueldad. Deberían sacrificarlas primero y no engullirlas sin compasión, mientras los pobres vegetales aún realizan sus procesos metabólicos de fotosíntesis. Tal vez en un futuro no lejano descubran que para ser consecuentes con sus postulados deberían comer solo tierra.
Una cosa que tergiversan los devoradores de plantas vivas, son los avances del conocimiento humano en materia de nutrición. Más bien aplican un sesgo cognitivo, en este caso de falso consenso, lo cual, dicho en términos más simples: escuchan lo que les conviene. Pongamos un ejemplo: el argumento que más emplean los enemigos del consumo de leche es que ningún otro mamífero lacta en la etapa adulta. Y estoy completamente de acuerdo, aunque reconozco de inmediato que esta elemental argumentación es tan efectiva como engañosa. Una total falacia, porque tampoco, que yo sepa, ningún otro animal sobre la faz de la tierra, en su subsuelo o en la inmensidad de los mares; vertebrados o invertebrados; ovíparos o mamíferos; adereza una ensalada vegetal con aceite, sal y vinagre; o se prepara una hamburguesa vegetariana entre dos mitades de pan de trigo y no por eso hay que prohibir el consumo de ensaladas, ni las hamburguesas vegetarianas, y mucho menos el pan nuestro de cada día, sea de trigo o de ese material sintético inescrutable con que lo elaboran en mi panadería. Así que los devoradores de vegetales vivos deberían dejar en paz a los carnívoros, a los omnívoros y hasta los insectívoros, que también hay muchos que prefieren un banquete de suculentos bichos repletos de viscosidades, a una buena tortilla de patatas, un filete de ternera, o incluso a una ensalada de verduritas de la huerta. En fin, que hasta los coprófagos tienen cabida en la pluralidad de este planeta.
Y si comerse un trozo de carne de cerdo, un muslo de pollo, o un simple huevito frito, es un pecado para los veganos fundamentalistas; para un creciente grupo de animalistas, ecologistas y supuestos protectores de la naturaleza, las actividades de caza y pesca constituyen una verdadera perversión herética, una brutalidad injustificable ejecutada por cromañones sanguinarios y despiadados. Como estas posturas maniqueas se han puesto tan de moda, intentaré aportar una visión diferente.
Atención animalistas y ecologistas integristas: la solución para revertir el daño ecológico provocado por siglos de expansión incontrolable de nuestra especie no es dejando de ser carnívoros, créanme. Recordemos que en este planeta habitan más gallinas que seres humanos y que la suma de ratas y ratones nos supera ampliamente a pesar de los esfuerzos por exterminarlos. El único modo fiable de lograr contener e incluso revertir la catástrofe ecológica, sería la eliminación inmediata y despiadada de algo más de siete mil millones de personas y de esta forma regresar a los tiempos babilónicos del rey Nabucodonosor donde, según cálculos científicos, existían apenas unos doscientos o trescientos millones de humanos poblando la Tierra. Con toda seguridad esos antepasados nuestros aún no habrían hecho mucho daño al entorno natural de entonces.
El culpable de todo este debate apocalíptico promovido por sectores ultra ecologistas, es el aburrimiento. Algunos habitantes del llamado Primer Mundo, sobre todo en la vieja y culta Europa, se aburren en medio de su obscena abundancia y se la pasan buscando nuevas formas de entretenimiento. Cuando se cansan de pasar todo el día frente a las pantallas de sus ordenadores sin contacto con el mundo real, pretenden convertirse en redentores de todas las especies del planeta. Verdaderos mecenas de una forma cuasi divina de humanidad. En ese exclusivo mundo donde muchos niños creen que los pollos se fabrican mediante moldes en las industrias, que la leche es un polvo que se extrae de las canteras y que las hamburguesas son fruto de la ingeniería genética recombinante; sobra el tiempo para generar estupideces. En medio de su total aburrimiento, pretenden que el resto de los mortales les sigamos el juego. Y vuelvo a los ejemplos: se inventaron el catch and release, una práctica obligatoria para los pescadores deportivos donde pueden pescar, siempre que no conviertan el pez en pescado. Esto es, que lo devuelvan al mar después de sacarlo unos minutos del agua para hacerse la foto. Tomen nota que hasta nombre en inglés tiene esta técnica novedosa de pesca sin muerte, lo que ayuda a establecer su origen. No hay estudios conclusivos sobre el tema, pero los que hemos visto el lamentable estado físico de un inmenso marlin, moribundo después de combatir cuatro horas contra el avío del pescador, o de un pargo sanjuanero al ser forzado a salir a la superficie desde las veinte o treinta brazas, con los ojos fuera de las órbitas y media vejiga natatoria aflorando por la boca producto de la violenta descompresión; no damos mucho crédito a la teoría de la supervivencia tras el catch and release. Lo importante para el pescador deportivo del Primer Mundo no es si sobrevive o no. Después de devolverlo al agua, el tipo deja el destino del pez en manos de Dios y si este decide que se vaya al fondo a alimentar al resto de los peces con sus propias entrañas; inescrutables son los caminos del Señor. No importa la tortura y sufrimiento infligido a un pez que no ha de convertirse en pescado por obra y gracia del catch and release. El hombre tiene la consciencia tranquila: ha cumplido su deber con la naturaleza. Y claro está, ese pescador, sensible ecologista del primer mundo, se va luego al súper y compra unos inmensos lomos de atún, envasado al vacío y refrigerado por la industria pesquera de nosotros los tercermundistas. En mi caso, el único release que me permito con la pesca del día es enviarla directo a la sartén. Cuéntenle a cualquier pescador de Cojímar o de Jaimanitas, sobre la historia esa del catch and release. Seguramente lo declararán ahí mismo persona non grata y sin derecho alguno a apelar tal decisión. No podrá acercarse nunca más a menos de diez kilómetros de un atracadero. En términos vernáculos, lo mandarán al carajo en el mejor de los casos.
Sucede otro tanto con la caza, aunque no en igualdad de términos. Sería demasiado pedir que un pato retome el vuelo después de haber recibido la descarga de una escopeta calibre doce. Pues bien, como los ecologistas del primer mundo no podían pretender un catch and release cinegético, se inventaron algo mucho más tenebroso ―aunque estoy convencido que no es más que puro marketing―: La munición sintética. Resulta que el plomo provoca una intoxicación conocida por saturnismo y se les ocurrió sustituir la tradicional munición de este metal, por esas nuevas bolitas de acero o de aleaciones de tungsteno con compuestos sintéticos. Ya verán como en poco tiempo aparece alguien afirmando que el tungsteno provoca cáncer o que los polímeros causan urticaria y disentería. Entonces introducirán al mercado nuevos cartuchos ecológicos cargados con cualquier otra cosa, tal vez perdigones de celulosa, que es un material biodegradable. Y es que no se trata de proteger a los cazadores o sus familiares, que en algunas ocasiones han rechinado entre sus dientes una bolita de plomo oculta entre las carnes de las piezas servidas a la mesa en temporada. Nada de eso. Los ecológicos cartuchos de caza están destinados a proteger… ¡a las aves de caza! ¡A las víctimas!, es decir, a los patos, ¿pueden creerlo? Los mismos patos que el cazador pretende liquidar a disparo limpio. Es como proporcionarle un frasco de aspirinas a un condenado a muerte para que le duela menos la salva de fusilería o la coronilla achicharrándose por el efecto de la violenta descarga eléctrica de la silla capital. Pura hipocresía ecológica. Sobre todo porque la munición de guerra sigue fabricándose con plomo y ningún ecologista ha protestado por este detalle cuando en el mundo en que vivimos se disparan cada día muchos más proyectiles de combate, que cartuchos de caza. Estoy seguro que después de dos guerras mundiales, en los campos de Europa hay más plomo disperso que la producción mundial actual de ese metal pesado. Pero claro, las guerras modernas se producen en los países del tercer mundo y por eso no causan preocupación. Si las tribus africanas o los jodidos árabes enferman de saturnismo, es un simple daño colateral. Para las generaciones anteriores, incluida la mía, que de niños pasábamos muchas horas al día organizando verdaderas batallas con ejércitos de soldaditos de plomo, muy similares a aquel que inmortalizara el escritor danés Hans Christian Andersen en un famoso cuento infantil; ese material nunca constituyó mayor preocupación que su molesta blandura. Ya casi nadie lo recuerda, pero aquellas minúsculas figuras, fundidas en puro y brillante plomo desnudo ―al parecer las versiones polícromas no estaban al alcance del bolsillo de mis padres―, necesitaban frecuentes rectificaciones de sus bases para mantenerlos en pie después de las deformidades sufridas en los combates campales o enderezarles, una y otra vez, las cabezas torcidas durante las feroces batallas infantiles. Y qué mejor herramienta que nuestros propios dientes y uñas para corregirles la postura. Al paso de los años descubrí que los niños de antes tuvimos la suerte de ser completamente inmunes al saturnismo o de lo contrario habríamos sucumbido en masa de tanto saborear nuestros juguetes. Misterios sin resolver de la genética. Pero bien, en el mundo desarrollado, finalmente los patos no tienen que preocuparse de intoxicarse con plomo y las futuras ediciones de Hans Christian Andersen deberían renombrar el famoso cuento infantil como: “El soldadito de silicona hipoalergénica”.
La gran paradoja es que los habitantes de los países más contaminantes de este planeta, los que mayores volúmenes de gases de efecto invernadero emiten a la atmósfera, los que provocan los mayores vertimientos de productos tóxicos a las aguas o que entierran en el subsuelo sus desechos nucleares; nos pretendan convencer de proteger el medio ambiente con el catch and release o las bolitas no tóxicas en los cartuchos de caza. Llegan al extremo de propugnar que se debe evitar a toda costa que las tribus salvajes del Amazonas o las etnias trashumantes del Serengueti, entren en contacto con el mundo desarrollado para evitar extinguir sus ancestrales culturas. Que se queden como están. Los niños con sus barriguitas hinchadas de parásitos o muriendo a montones, víctimas de enfermedades infecciosas que el mundo desarrollado cura con unas simples píldoras de la farmacia. Sin acceso al agua potable, ni a los supermercados y mucho menos a Internet. Analfabetos y desnutridos. ¿Para qué necesitan unos tejanos si ya tienen sus taparrabos de hojas de palmera? Todo sea por salvar su primitivo modo de vida en peligro de desaparecer. Habría que preguntarle a los afectados su opinión sobre el tema.
He conocido que cada vez más animalistas llegan a amenazar de muerte a los cazadores en las redes sociales. ¿Hasta dónde puede llegar la enajenación de esta plaga de inútiles aburridos? La gran paradoja es que para ellos, asesinar a un ser humano parece no ser un hecho punible cuando se trata de defender la vida de un animal. Claro está, para todo aquel que acostumbra a cazar en el monte, o ha dado cara a un jabalí salvaje, estos chillidos estériles pueden resultar tan amenazadores como el molesto zumbido de una mosca de esas que acostumbran a merodear las partes pudendas del ganado. No obstante, un zumbido que molesta por la verborrea ofensiva y amenazante que despliegan.
Me comentaba la directora del museo Ernest Hemingway de La Habana, que muchos turistas norteamericanos contemplan horrorizados las cabezas de animales disecados que cubren las paredes de la finca Vigía, el hogar cubano del Dios de Bronce de la Literatura. Allí permanecen colgados los trofeos de las cacerías del escritor en sus safaris de África. ¡Qué bestialidad tan inhumana eso de exhibir animales disecados!, dicen los visitantes.
Típico de los norteamericanos de ahora ―opiné― que obcecados en las pantallas de sus IPhones, no deben tener muy clara la idea de quién era Hemingway, eclipsado en su fama por Oprah Winfrey o Mark Zuckerberg. Tal vez crean que se trata de uno de los padres fundadores de la Unión o lo confundan con el retrato de Ulysses Grant que aparece en los billetes de cincuenta dólares. Estos norteamericanos modernos han olvidado por completo que fueron sus propios bisabuelos los que acabaron a tiro limpio con las poblaciones millonarias de bisontes… y de indios nativos también, que muy rápido que se cargaron a los Sioux, a los Apaches, a los Cheyenes y a un centenar de otras tribus originarias. Ahora son capaces de gastar miles de dólares en salvar una sola cría de rinoceronte en las praderas africanas, cuando a pocos pasos de allí, en las aldeas vecinas, familias enteras de los masáis languidecen de hambruna y sin acceso a fuentes de agua o a la atención médica más elemental. Se movilizan en grandes protestas contra la extracción de combustibles fósiles, pero cuidan de mantener llenos a tope los depósitos de sus autos. Estoy seguro que Papa Hemingway los habría expulsado de su casa a tiro limpio con su escopeta de dos cañones cargada con munición… ¡de plomo! Y si no sucumben a los disparos, ¡que se mueran de saturnismo!
Hoy cobra sentido una enigmática expresión de Hemingway: El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve. Su pico occidental se llama en masái Ngàje Ngài, La Casa de Dios. Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo, y nadie ha podido explicar nunca qué buscaba el leopardo por aquellas alturas. Para mí está claro. El leopardo huía de este mundo nuestro, loco y contradictorio. Prefirió morir de frío en las altas cumbres nevadas, antes que ser víctima de los cartuchos ecológicos o del catch and release. Muy bien por el leopardo. Me gusta pescar y me gusta cazar, y no me provoca arrepentimientos. Hago ambas cosas siempre que puedo y nunca he soltado un pez después de convertirlo en pescado, y los patos que cazo caen al suelo rellenos de bolitas de plomo, que en ocasiones he masticado y tragado, integradas a la sazón de un pato a la naranja o un ragú de conejo. Mis presas me hacen sentir más humano, más cercano a ese hombre primitivo que cazaba y pescaba como uno más en su entorno salvaje. Sé que nado contra corriente y que tal vez al final perderé la batalla. Así de loco anda el mundo. Pero créanme, a pesar de mi condición de asesino confeso de presas cinegéticas, de monstruo anacrónico, salvaje y retrógrado hombre de las cavernas; no pienso que eliminar a siete mil millones de mis congéneres sea la solución a los problemas ecológicos de este planeta. Estigmatizar la caza y la pesca deportivas tampoco. Ante las amenazas de los animalistas acérrimos, recuerden el título de este artículo. Soy un cazador salvaje. Les espero. Y si quieren culpar a alguien por la mortalidad de todas las especies, que la emprendan contra los virus y bacterias, pero que nos dejen de una vez cazar en paz.


Caza, Pesca y Literatura



Este es mi blog personal. Está dedicado a mis tres grandes pasiones: Caza, Pesca y Literatura. Configuran el marco en que se mueve mi vida, más allá del feliz entorno familiar que constituyen mis seres queridos. Espero que les guste lo que aquí se publica. Intentaré mantener siempre el antiguo postulado que ha movido desde siempre a la buena literatura: deleitar e instruir.

Mi maestro en la Caza, la Pesca y la Literatura, es decir, en la vida . El escritor norteamericano Ernest Miller Hemingway en el Club d...