sábado, 30 de mayo de 2020

¿POR QUÉ LOS CAZADORES APUNTAMOS CON AMBOS OJOS ABIERTOS?



Primera Parte

Este es un tema sobre el que se ha escrito muy poco. Muchos lo hacen sin siquiera conocer las razones por las que los cazadores, y en general todos los tiradores de escopeta (skeet, trap, fosa), deben apuntar sus armas con ambos ojos abiertos. La razón fundamental es fisiológica y está determinada por la forma en que vemos.  En el tiro de precisión, existe un blanco fijo a una distancia predeterminada. Es por ello que la alineación de las miras debe coincidir con exactitud en el punto marcado para lograr un mejor resultado. Por esta razón, el tirador debe emplear la visión central de su ojo directriz en focalizar solamente ese punto. El tiro de escopeta, por el contrario, es un tiro instintivo a blancos que se mueven a diferentes velocidades en las tres dimensiones del espacio que nos rodea. Requiere del tirador unos magníficos reflejos y una práctica adquirida a costa de muchas cacerías y errores. Como los blancos se mueven en diferentes direcciones y velocidades (sean patos, palomas, conejos o platos de skeet), la mente del cazador tiene que hacer cálculos constantes con una rapidez increíble. Es ahí donde interviene la visión binocular o estereoscópica, como también se le llama. Y es la capacidad que nos brinda nuestra anatomía de tener dos ojos situados de forma paralela al frente del cráneo. Para decirlo en términos simples, vemos las cosas en tres dimensiones. La separación entre los ojos, permite al cerebro determinar la distancia y velocidad de un objeto con cálculos inconscientes. Esto no se logra con el empleo de la visión de un solo ojo, porque no podríamos realizar estos cálculos. Una simple prueba, es tratar de bajar una escalera con un ojo tapado. Por supuesto que puede hacerse, pero no tendríamos esa visión de profundidad que nos permite calcular la distancia de los escalones. Todos saben que un ave que nos viene de frente y en línea recta es un blanco difícil porque resulta más complejo para nuestro cerebro realizar esos cálculos. Otra ventaja colateral a esto es la visión periférica, que es aquella, que sin darnos cuenta, nos permite ver alrededor de 180 grados, mientras que nuestra visión central o principal, solo abarca unos 30 grados dependiendo del individuo. Los pilotos de combate desarrollan con entrenamiento una gran visión periférica que les perite ampliar su área de vigilancia. De igual forma, a los cazadores nos ayuda a percibir blancos que se mueven fuera de nuestra visión central. Ahora bien, aunque apuntemos con ambos ojos abiertos, no se apunta en realidad con ambos, sino con uno solamente y ese es nuestro ojo directriz que todo cazador que se respete, conoce muy bien. Este ojo viene determinado desde nuestro nacimiento por algo que se llama Lateralidad, que no es más que la preferencia que muestran la mayoría de los seres humanos por un lado de su propio cuerpo. El ejemplo más popular es la preferencia por utilizar la mano derecha o ser zurdo, pero esto se aplica a todo nuestro cuerpo, incluido los ojos. La mayoría de los seres humanos son diestros. También la mayoría muestra un predominio del lado derecho. Es decir, que si se ven obligados a elegir, prefieren emplear y tienen mejores resultados con el ojo, o el pie o el oído derecho. No obstante hay casos en que un individuo derecho posee un ojo directriz izquierdo y viceversa. Tengo un gran amigo, excelente cazador, que tiene este problema y lo supera con trucos que se ha inventado gracias a su experiencia. Lo cierto es que durante esa importantísima acción que es el encare del arma, el cazador no hace más que colocar su ojo directriz alineado sobre el cañón de su escopeta, o para ser más exacto, coloca el cañón alineándolo con el ojo directriz, ya que se debe llevar el arma a esa posición y nunca llevar la cara hacia el arma. Conocer su ojo directriz, es el requisito elemental para cualquiera que quiera iniciarse en el tiro de escopeta. Esto es, de forma breve y resumida, la razón por la que los tiradores usamos ambos ojos para apuntar.

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