jueves, 7 de mayo de 2020

¿POR QUÉ LOS CAZADORES APUNTAMOS CON AMBOS OJOS ABIERTOS?
















Quinta Parte

EL DISPARO

Hay algo que debo aclarar. La intención que persigo con la publicación de esta serie de trabajos “¿Por qué los cazadores apuntamos con ambos ojos abiertos?”; está muy lejos de intentar dar lecciones a los innumerables experimentados cazadores que existen. En realidad son ellos los que tienen muchas más cosas para enseñarme. He querido, de forma simple y breve, aportar un poco de conocimiento teórico a aquellos jóvenes que se inician en la caza y que constituyen el necesario relevo a esta actividad deportiva. Pido disculpas a aquellos que piensen que yo pretendo ser el descubridor del agua tibia. No es esa mi intención.
Una vez dominado el encare y la acción de apuntar con ambos ojos abiertos, llegó la hora de cazar. Para todo cazador que se respete, al menos en la caza menor, todas las piezas cinegéticas se encuentran moviéndose en el momento de darles caza. Disparar a un pato nadando o a una paloma posada en una rama, es extremadamente antideportivo y seguramente todo verdadero cazador condenará esta práctica. Por tanto, nuestros disparos se dirigirán a blancos que se mueven libremente y a diferentes velocidades en las tres dimensiones del espacio: alto, ancho y profundidad. También tendremos que complementar esta información con el factor tiempo ya que la velocidad de las piezas y los perdigones lanzados por nuestras armas, no es más que una magnitud física de carácter vectorial que expresa la distancia recorrida en una unidad de tiempo (Kilómetros por hora, metros por segundo, etc.). Como ya hemos dicho anteriormente, el disparo de caza es instintivo, pero no se trata de un instinto nato, en realidad solo se desarrolla después de muchas horas de práctica y dedicación a este deporte. Hay muchos elementos que son necesarios en una cacería, pero solo nos enfocaremos en el disparo y, tal vez en un futuro trabajo, su gran dilema: el adelantamiento. Al moverse los blancos, la decisión del disparo requiere de nuestras mentes unos cálculos complejos de los que apenas nos percatamos conscientemente y que suceden en pocos segundos. La cuestión es aparentemente simple: hacer coincidir en el punto exacto el vuelo de nuestros perdigones con el de la pieza a abatir. De lograr o no esto, depende el éxito o el fracaso del disparo. La primera cuestión a tener en cuenta es la permanente observación de la pieza a abatir. Como ya explicamos en el tema del encare, desde que iniciamos el movimiento de llevar la escopeta hacia nuestra cara, tanto nuestros ojos, como la punta de la escopeta deben, en todo momento, seguir al blanco en un movimiento continuo y fluido. Cuando concluyamos el encare, ya el arma estará casi apuntada de forma natural al blanco y solamente necesitará las pequeñas correcciones de las que se encargará el ojo dominante. Pero aún no es el momento de disparar. Con la misma fluidez de movimiento, nuestro torso irá girando para seguir el vuelo de la pieza, apuntando detrás de ella en los sucesivos puntos por los que ya pasó, hasta que ajustemos la trayectoria del cañón a la trayectoria del ave. Esta es la fase quizás más “lenta” en la decisión del disparo. Es en ella cuando calculamos el adelantamiento necesario para oprimir el gatillo. Una vez “montados” en la trayectoria del ave y que hayamos calculado el adelantamiento necesario, procedemos propiamente a rebasar el blanco y efectuar el disparo cuando lleguemos al punto de adelantamiento escogido. Esta es la fase más rápida previa al disparo. El instante de apretar el gatillo debe estar integrado al movimiento de adelantamiento. No se adelanta y se detiene el movimiento para disparar. Si lo hace, con toda seguridad fallará el tiro. Una vez efectuado el disparo, se seguirá la trayectoria del ave, apuntando igualmente como si no le hubiésemos tirado. Es importante comprender que se trata de un único movimiento iniciado cuando detectamos el blanco y comenzamos en encare, que no concluye hasta que la punta del arma va siguiendo la caída de la presa abatida. Sin interrupciones. Hay varias razones para eso y vuelvo a compararlo como un drive bien ejecutado en el tenis, el swing con el bate de béisbol o el palo de golf. Un tenista completa el movimiento de la raqueta y el cuerpo después de haber pegado a la pelota. El cazador hace exactamente lo mismo. Hay quienes creen que esto se hace para, en caso de fallar, poder realizar un segundo disparo y no les falta razón, pero tal vez no es este el motivo más importante. Si nos acostumbramos a detener de forma brusca un movimiento que requiere continuidad y fluidez extremas, lo más probable es que no lo realicemos bien. Nuestra anatomía se acostumbra a detenerse y esto provoca que en los últimos instantes del disparo, ya nuestra mente haya dado la orden de “frenar”, por lo que no se lograría el objetivo. Practique de esta manera y enseguida verá que sus resultados mejoran rápidamente. El tema específico del adelantamiento es tan particular, que merece un trabajo aparte. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi maestro en la Caza, la Pesca y la Literatura, es decir, en la vida . El escritor norteamericano Ernest Miller Hemingway en el Club d...